¿Sabemos el uso o mal uso que le damos a las Redes Sociales? ¿Qué rango de importancia te supone tenerlas actualizadas y mostrarlas atractivas para tus seguidores? ¿Somos dependientes de ellas? … ¿Qué pasaría si a partir de mañana desapareciesen de tu vida?.
Las Redes Sociales, han supuesto un cambio en nuestra forma de interrelacionarnos con nuestro entorno, tanto el profesional, como el personal o familiar.
Han cambiado nuestras vidas, eso es algo evidente.
Las RRSS han permitido que nos podamos comunicar de una manera increíblemente rápida. En la actualidad, la gran mayoría de los mortales, posee cuentas en diversas RRSS, tales como:
Facebook, Twitter, Instagram, Linked in, entre otras…
Nos ofrecen ventajas de comunicación, así como adicción a lo que actualmente ya se empieza a conocer como «virus digital».
El problema principal que ha desarrollado el uso de las Redes Sociales es que, la mayor parte de la sociedad no puede vivir sin compartir ciertas acciones que realiza, por medio de fotografías (en Instagram, por ejemplo), publicación de estados (en Facebook, por ejemplo), entre otras.

El hecho de llamarlas «sociales» no deja de ser una paradoja.
Quizá sea la forma menos social de interacción entre personas, ya que el vínculo que produce el «cara a cara», se ve interrumpido por una pantalla digital y/o una aplicación tecnológica denominada coloquialmente como app.
¿Qué nos aportan las RRSS?
«¿Pero cuál es la mayor ventaja de la aparición de las Redes Sociales?
«Pues la rapidez para contactar con alguien, o para encontrar aquella persona que hace años no veías» – contestarían algunos.
No voy a negar la practicidad de esto, ya que todos hemos contactado con aquel compañero del colegio, de la universidad, o de aquel antiguo trabajo, gracias a estos sistemas de búsqueda.
Pero ….
Esa comodidad, tiene una doble vía, denominada efecto boomerang.
Si tan rápido y práctico nos supone poder establecer un plan con alguien a través de las RRSS, igual de rápida es la opción de cambiarlo, variarlo o DESHACERLO, y es que foldeamos con más facilidad de lo que deberíamos, y seguramente, sin las herramientas debidamente indicadas para no herir sensibilidades.
Antiguamente, el quedar con alguien para tomar una taza de café, se resumía con la acción de una llamada al teléfono fijo de su casa, con la intermediación previa, y más que probable, de los padres u otros familiares.
No existía la forma, una vez llegaba el momento, de mandar un mensaje a esa persona, para avisarle de que llegabas tarde, o que no te iba bien quedar, simplemente, tenías un compromiso social y por tu cabeza no pasaba la opción de no cumplirlo.
Una vez allí, el intercambio que se producía, era amplio, sincero, directo y distendido, y sobretodo, sin contaminantes ajenos como «la foto de tal» o «el comentario de cual». El guión de la conversación, no salía más allá de vuestras vidas, ¿recordáis?.
Hoy en día, muchos de los encuentros que vemos en cafeterías, reuniones, comidas familiares, tienen un ámbito de convivencia. Ellos y tu teléfono móvil.

Unido a todo este movimiento adictivo, hay una tendencia actual destacable, que denominaríamos el efecto ilusorio.
Se basa en creer algo, que seguramente no es real, o creer ser alguien, que probablemente no eres.Hoy día, los «followers» son esenciales para los moviladictos. Ellos pueden elevarte a lo más alto de los olimpos digitales, para de la misma forma, tumbarte de un ‘hastagbofetón’ sobre la lona más dura y fría que jamás conociste.
El efecto que han generado algunos ídolos a través de las plataformas digitales, ha hecho que muchos usuarios hayan adoptado un comportamiento idéntico a éstos, y se conviertan en referentes ilusorios de sí mismos.
Todo gracias a un puñado de miles de seguidores, a unas marcas que les ofrecen algún irrisorio producto o descuento, o a los halagos que reciben de amigos, conocidos o familiares, que aún les aferran más a la nube de humo en la que se encuentran.
El boom es ciertamente peligroso, y es que a día de hoy, se premia más la cantidad de seguidores, la capacidad para manejar los filtros de una app, o la verborrea que ordenadamente sabes copiar y pegar desde alguna fuente del club de los poetas muertos, que la verdadera acción meritoria social, educacional o deportiva, y esto, sencillamente es muy triste, porque te convierte en alguien que no eres. Te convierte en FANTASMA DIGITAL.
Recuerdo una noche entre amigos (no hace mucho tiempo, y teniendo todavía RRSS (a día de hoy, no tengo activa ninguna popularmente conocida)), que mientras disfrutábamos de una magnífica cena, dos de ellos sacaron sus smartphones para ver un vídeo muy divertido.
Un tercero, recordó otro vídeo del mismo estilo, y sacó su teléfono para buscarlo… Un cuarto y un quinto, aprovecharon esta ‘pausa’, para abrir el whatsapp y responder varios mensajes..
Saqué un libro de mi mochila y me puse a leer.
» – ¿Qué haces tio?» – me dijo uno de mis colegas.
» – Pues no sé ,, vosotros miráis un móvil, yo miro un libro. ¿Cuál es la diferencia? »
Desde aquel día, allá por las últimas de 2015, cuando nos encontramos los 6 para cenar, dejamos los móviles apilados en un punto de la mesa. El primero que lo toca, paga la cuenta.
Nano López
Activador Emocional
Formador de Habilidades Sociales
y Deportista de Carreras por Montaña